viernes, 25 de mayo de 2007

¡Zás!, ahora ya no estás.

Más allá de la explicación que se dé en los diccionarios sobre el significado de cada palabra, cada persona tiene su culturita y su manera de interpretarla, y en muchas ocasiones se suele encontrar dentro de nuestra imaginación una definición mucho más acertada para ellas de la que nos proporciona la fuente oficial. Para mí, la palabra “empatía”, por ejemplo -y escribo sin consultar-, significa sentir lo que otros sienten mientras te olvidas por arte de birlibirloque de quién eres y te conviertes en los demás, apenándote con sus cuitas o alegrándote con su felicidad. Esta especie de encantamiento que parece creado por un pequeño duende, te puede durar a veces un ratito y otras veces, un ratito más. En ocasiones te ocurre cuando vas por la calle y te tropiezas con un amigo que te habla de sus cosas, de sus problemas o de sus alegrías y, entonces, el pequeño duende aparece por tu detrás, te echa unos polvitos mágicos y te dice: “¡Zás!, ahora ya no estás.”, y comienzas a sentirte bien o a sentirte mal, exactamente como se encuentra tu amigo, pues ya no eres tú, eres otro porque ya no estás. Y nadie sabe a ciencia cierta en cuanto tiempo de este hechizo te puedes despertar. Hay ocasiones en las cuales este duende te coge metido en un cine, con las luces apagadas y con un cubo de palomitas y un refresco sobre tu regazo. Entonces -y de nuevo-, “¡zás!, ahora ya no estás.”, y te conviertes en el protagonista de la película que estás viendo por la gran pantalla, y comienzas a tener miedo o te pones a reír o no paras de llorar… Supongo que los más sosos dirán que este sentimiento tan maravilloso forma parte de la condición del ser humano, sin más; pero, por favor, que nadie me quite mi historia porque seguro que lo hacen llenos de rabia por algún encantamiento al que están sometidos y que no les deja ver la realidad.

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