lunes, 27 de agosto de 2007

Night clubs o 'Kilombos'

Prostíbulos hay en todos los países, no sólo en España, en el resto de países europeos y latinoamericanos, también. Por lo que me creo a pies juntillas que las mujeres extranjeras que se prostituyen aquí no vinieron a cortarse cuatro centímetros la falda para ejercer, ya que para eso se podían haber quedado en su país, sino que vinieron con una maleta llena de sueños que no se cumplieron y acabaron como acabaron. Me dice un tal Miguel, dueño de un Club, guiñándome un ojo pícaramente, que en su negocio todo lo tiene legal, documentos, chicas, “hasta procuro que en el baño haya siempre papel higiénico, ja, ja”. Y también me dice que a las chicas las cobra un treinta por ciento por cada servicio realizado en el cuarto y que se lleva un cincuenta por ciento en cada consumición que se toman con los clientes. Cada una tiene su historia: casadas con hijos que mantener, solteras con familiares enfermos, etc. Pero a pesar del problema que tengan, si superan la ‘arcada’ inicial de los tres primeros meses y se siguen quedando, es porque se han vuelto ambiciosas; pues su deuda contraída por el viaje que las trajo a España la pagan con el primer sueldo. “De cuatro mil a seis mil euros pueden sacar en un mes, con un poco más te compras una casa en Paraguay o Rumania –me explica-, de donde son. Ya no se lleva eso de tener chulos como antes, las protegemos nosotros mismos de los que se tomaron cuatro Gin-Tonics de más y se meten con ellas, y así se ahorran un pico de dinero por ello.” Me comenta también que las más listas se retiran en pocos años con ocho números en su cartilla, otras se lo funden todo en droga, en fin... “Lo que está claro es que esta experiencia las jode la vida a todas ellas y ya nunca más vuelven a ser las mujeres confiadas y dulces que fueron en su día, y esto es quizá lo peor.”, termina diciendo.

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