sábado, 1 de septiembre de 2007

Cuestión de suerte

La vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar, un día estás bronceándote en la playa riéndote con maldad, que es como mejor se ríe uno, de los defectos que ve de la gente medio desnuda que pasea por allí y dos días más tarde te encuentras llorando por las cuatro esquinas de tu casa porque el médico en un control rutinario te ha dicho que probablemente tienes un cáncer en avanzado estado, como le pasó a mi hermana la semana pasada. Afortunadamente, las pruebas a posteriori han demostrado que es benigno y tratable. Toda una suerte. La que sin duda no ha tenido la pobre cría de diecisiete años, pelona por la quimio, que estaba en la misma planta de hospital que mi hermana y que se paseaba por los pasillos los días que le bajaba la fiebre. Pocos. Al final todo en la vida es cuestión de suerte, de que se alineen las estrellas a tu favor y nada más. Algunas personas, por imperativo, arrastran las desgracias una tras otra como si estarían imantados a ellas. Los antiguos astrólogos griegos, en los funerales de éstos pobres cenizos que en toda su vida sólo pasaron penurias, les encomendaban al cielo diciendo: “Ad astra per aspera”, a las estrellas por el camino difícil. Todo un acierto esa frase que les decían.

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