martes, 16 de octubre de 2007

La televisión hace la noche eterna

Me encantaría comprarme la aspiradora sin cable, el magnífico ordenador portátil, el juego de cuchillos chinos de hojas con afilado infinito y todo lo que se ve por televisión en la Tele-tienda, pero desgraciadamente no tengo un duro y tan sólo puedo fantasear eróticamente con la chica que sale promocionando estas cosas porque es gratis. Pero de lo que sí tengo y mucho, es de insomnio. Y me da siete patadas en el hígado encender la tele a horas intempestivas de la madrugada, en las cuales ni siquiera las aceras de la calle están puestas para caminar, y ver siempre lo mismo a través de ella. “¿Esto ya lo han echado, no?”, te preguntas cuando ves los programas de siempre repetidos como si fueran un curioso dejá vú. A veces, mirando la tele, me siento Bogar en Casablanca diciendo aquello de: “Tócala otra vez, Sam”. Al alba, cuando empiezan los noticiarios, y las aceras ya están puestas, otra vez les viene la dichosa idea a los responsables de programación de que los televidentes tenemos memoria de pez, y repiten cada tres minutos la misma noticia. ¿Qué pensarán los que viven en otros continentes y pillan nuestra tele a esas horas por Internet: que estamos subdesarrollados o que somos tontos?

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