jueves, 21 de febrero de 2008

Un país que no aprende

Si no fuera porque lo que ha sucedido en la universidad de Illinois es como para llorar, daría risa la declaración que ha hecho a la prensa el Jefe de policía del campus, Donald Grady, en la que asegura que los seis alumnos asesinados el pasado jueves y los otros quince heridos más fueron (de nuevo) las víctimas al azar de un perturbado mental. En un país como es Estados Unidos, donde las ferias de pistolas y recortadas afloran por doquier, donde la constitución ampara la libre tenencia de armas, donde la todo poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) financia tanto a demócratas como a republicanos para asegurarse de que todo lo anteriormente dicho siga siempre igual y no cambie nada, no tiene mucho sentido echarle solamente la culpa de lo sucedido a un pobre estudiante desequilibrado que no quiso tomarse su dosis de Prozac. Sin duda, ese sistema que le puso las armas de fuego en sus manos para que pudiera demostrarse a sí mismo lo desgraciado que era y lo mal que le caían los demás, también tubo su gran parte de responsabilidad.
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