jueves, 20 de marzo de 2008

R28, a medio gas

Mereció la pena el madrugón y el par de cafés que tuvimos que tomarnos el domingo a las cuatro de la mañana para poder ver correr a Fernando Alonso en el Gran Premio de Australia. Los cincuenta grados que se registraban en el asfalto y la pérdida de pericia de los pilotos por el parón de sus vacaciones se dejaron notar, y daba la impresión de que la misión de éstos no era la de ganar la carrera, sino la de estrellar sus monoplazas contra ellos mismos o contra las barreras de protección. Tan sólo siete de los 22 cruzaron la línea de meta. Mitad por suerte, mitad por destreza. Dos factores que ayudaron sin duda a Fernando Alonso para conseguir ese cuarto puesto que obtuvo con un R28 que parecía que iba empujado por detrás. Ni siquiera él mismo apuesta por ser ganador este año, algo que nos entristece y que demuestra una vez más que, en la Fórmula 1, o tienes un buen coche o te conviertes en el séquito del piloto que lo tiene.
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