Ya empezamos a sufrir de aerofobia incluso los que nunca la padecimos. El accidente aéreo que ha sucedido en la ciudad rusa de Perm, y que se ha cobrado la vida de 88 personas, es el tercero que ocurre en tan sólo un mes. Primero fue el de Barajas, del que todavía permanecen las horribles imágenes en nuestras retinas; poco después el de Kirguizistán, con 70 víctimas mortales, y ahora el de Perm. Yo soy de los que piensan que a veces las desgracias vienen en carambola, pero me da qué pensar el hecho de que éstas se estén produciendo justo en el momento en el que todas las aerolíneas se encuentran reduciendo sus plantillas o fusionándose unas con otras para salir de la crisis en la que estamos. La subida del precio del petróleo –habría que decir escalada- está haciendo que viajar en avión sea ahora tan peligroso como viajar en un coche de noche, lloviendo, y por una carretera secundaria. Confiemos en que se endurezcan las inspecciones técnicas de los aviones para que todo vuelva a la normalidad.
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