Todo en la vida parece tener fecha de caducidad menos la violencia de género, que se ha convertido en el gesto cruel visceral preferido de aquellos individuos de mente obtusa a los que les obnubila la celotipia. El disgusto, esta vez, nos lo hemos llevado en la ciudad de Gerona. El titular del disgusto: «Una mujer de 65 años ha sido asesinada en su casa a tiros por su ex marido». Otra víctima más, lo que hace un total de veinte en lo que llevamos de año. Lo que más miedo me da al oír este tipo de noticias es que ha llegado un momento en el que ya tan sólo pasan de puntillas por los medios de comunicación. Nos hemos insensibilizado a ellas y las hemos restado tiempo de dedicación e importancia. El problema está claro que no es de fácil solución. ‘La ley orgánica contra la violencia de género’ no parece ser efectiva. O, por lo menos, no todo lo que quisiéramos que lo fuera. Por sus fallas o grietas se escapan vidas humanas y algo se debe hacer. Pero mientras llega ese ‘algo’, no podemos permanecer ausentes o silentes, hay que estar ojo avizor, ya que éste parece ser el único paliativo efectivo con el que se obtienen buenos resultados.
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