Durante estos días navideños los comedores sociales, además de comida, dan pena pero de la de llorar. A los sin techo y los inmigrantes sin papeles- y, por ende, sin trabajo- se les ha juntado en la cola muchos matrimonios con hijos que miran a los lados por vergüenza antes de entrar. Seguro que ni en la peor de sus pesadillas soñaron que iban a acabar así. Viéndoles pasar de la mano, con pena y cariño, me viene a la cabeza esa cita de García Márquez «El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta.» A lo que habría que añadir -con permiso del autor- que tampoco paga los suministros energéticos y menos la hipoteca, por lo que me pregunto dónde acabarán. O dónde acabaremos todos, qué quizá sea esa la pregunta correcta. Me da miedo que caigamos en la indiferencia, que no queramos superarnos y que nos convirtamos en un país tercermundista después de lo que hemos pasado, que ha sido mucho. Debemos buscar el final de las colas sempiternas que crea de la necesidad. Por orgullo, por vergüenza o por rabia, por el motivo que sea, pero esto debe terminar.
http://www.diariovasco.com/prensa/20120109/opinion/cartas-director/comedores-sociales-20120109.html
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