Impresiona ver al pueblo norcoreano llorar por las cuatro esquinas la muerte del dictador Kim Jong-il. Parece que hubieran perdido a un mesías y no a un loco excéntrico, que es lo que era. Un enajenado que durante décadas esclavizó a su pueblo, que convirtió a Corea del Norte en un polvorín nuclear, que dejó morir de hambre a los suyos para conseguir esto último y que aisló a su país del resto del mundo. Por supuesto, la duda está en descubrir si las lágrimas de los norcoreanos son sinceras, son plañideras o son por salvar la vida. Yo supongo que habrá de todo un poco en ellas, como suele ocurrir tras la muerte de un dictador. Lo triste de este asunto no es el fallecimiento de Kim Jong-il, sino el hecho de que, seguramente, todo va a seguir igual en el futuro. Los poderes fácticos comunistas ya se encuentran presionando a su sucesor –su hijo– para que nada cambie. Y a buen seguro lo conseguirán.
http://www.deia.com/2011/12/27/opinion/cartas-al-director/muere-kim-jong-il
http://www.diariovasco.com/prensa/20111229/opinion/cartas-director/jong-20111229.html
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