Si hubiera otro caladero donde pescar, Reino Unido se
hubiera ido de la Unión Europea hace ya mucho tiempo. Pero no lo hay. Cada país
necesita hacer negocios donde y con quien puede y ellos están obligados a
hacerlos dentro de Europa. La mayor parte de sus exportaciones se las venden a
sus socios comunitarios (el 65%). Y es el primer país de destino europeo de inversión
extranjera directa. De irse de la UE, esto cambiaría. Se produciría una merma
sustancial en su economía y algunos economistas -y no precisamente los más
agoreros- anuncian que vendrían tiempos de zozobra: caería inmediatamente su
PIB hasta en un 5% o más. Y luego a esperar lo que venga. Nada bueno. A pesar
de estos pros económicos, un número considerable de británicos abogan por el «Bretix».
Según mi impresión, esto podría ser debido a nostalgias imperialistas y por el
hecho de que Bruselas recorta cada vez más la soberanía nacional. En la UE
estamos abocados a ser uno. Una sola voz, un solo gobierno, una sola
constitución. Y para un país tan conservador como es Reino Unido, eso de que le
quiten su idiosincrasia le parece un disparate. Ya en su día ni siquiera aceptaron
el euro o el acuerdo Schengen. Así las cosas, el 23 de junio se celebrará en el
Reino Unido el referéndum sobre su continuidad o salida de la Unión Europea.
Donde se lo van a jugar todo. Y todo es todo.
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