A Mariano Rajoy se le puede tildar de todo menos de ser una
persona impulsiva. Le gusta dejar en barbecho las cuitas que le van surgiendo,
como la lista de nuevos ministros que hoy debe presentar. Hasta que no toma una
decisión que considera acertada, deja las cosas en impase. En algunos
periódicos he leído a columnistas indignados por el hecho de que se haya tomado
cinco días para crear la lista de los que van a formar parte de su futuro
Gobierno. Esos tiempos que se toma Rajoy los consideran un acto de soberbia.
Sócrates decía: «El hecho de que no haya una respuesta, es en sí una
respuesta». En el caso de Rajoy, sus escuetas explicaciones justifican el
porqué de sus silencios: «Todavía no tengo pensado mi próximo Gabinete», dijo.
Y seguro que le habrá sido difícil hacerlo. Durante estos cinco días, que hoy
expiran, ha tenido que articular un Gobierno pensando en el sostén
parlamentario. Que sea del agrado de Ciudadanos y que sea capaz de convencer al
PSOE para poder sacar adelante futuros pactos. También ha tenido que decir
adiós a ministros que lo han hecho francamente bien. Una tarea difícil. En
resumen, ha tenido que formar un Gobierno capaz de contrarrestar
lo que le viene. Que no es poco.
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