Cualquier evento deportivo que necesite para su seguridad la
presencia de 600 agentes de policía y 200 vigilantes privados debería estar prohibido.
Los altercados ocurridos el jueves en las inmediaciones de San Mames fueron
realmente trágicos. La algarabía se cobró la vida de un ertzaina, que murió de
parada cardiorrespiratoria, debido sin duda a la tensión que le provocó la
trifulca entre hinchas radicales, poco antes del partido. También necesitaron
de atención médica once personas. Y otras nueve fueron detenidas: «peccata
minuta» para lo que podía haber ocurrido. El espectáculo dantesco que vimos nos
lleva de nuevo a reflexionar sobre qué se debe hacer con los clubs de fútbol
que se niegan a tomar medidas para expulsar a sus ultras. ¿Echarles de la liga?
¿De las competiciones europeas de la UEFA?
El problema es de gran envergadura. Y de carácter colectivo. Pues todos
los equipos tienen ultras. En el toma y daca botellazo-pirotécnico que vimos el
jueves se enfrentaron los radicales de Herri Norte, del Athletic, y los del
Spartak de Moscú. Fanáticos que dan mucho miedo. Y si echamos un vistazo por
otros equipos, los encontramos todavía peores. Los sindicatos de la Ertzaintza
reclaman que este tipo de actos violentos sean tratados como delitos de
terrorismo. Una petición muy acertada. Podría ser el primer paso que lleve a
encontrar una solución a este problema.
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