Los
desahucios se han convertido en verdaderos túneles sin salida. La única luz que
un desahuciado puede ver, no es la que proviene de una claraboya, sino la
que proviene de la ventana por donde
está pensando saltar. La ola de suicidios ha crecido exponencialmente en los
últimos meses. El último infortunio tuvo lugar ayer en Bilbao: un hombre de 50
años decidido quitarse la vida –arrojándose al vacío- justo en el mismo momento
en el que una comitiva judicial le tocaba al timbre para pedirle que recogiera
sus cosas y se fuera a dormir al raso. ¡Dramático! Curiosamente, el fallecido no era propietario
de la vivienda, sino que la tenía en alquiler.
Pero, viendo cómo la crisis empuja siempre hacia el mismo abismo, supongo que este detalle da igual. El ‘Efecto
empatía’ comienza seriamente a preocupar. La causa efecto (desahucio-suicidio)
empieza a ser tan redundante que, instintivamente, pensamos en lo peor cuando
nuestro vecino nos dice que no tiene ni para pagar el alquiler. Las
Administraciones toman nota del asunto pero con muy mala letra al parecer. O no
lo entienden o no lo quieren entender. Mientras tanto, seguiremos mirando hacia
el cielo, no vaya a ser que alguien nos pille al caer.
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