Lo ocurrido con el señor Tomás Gómez y acólitos sólo pueden entenderlo aquellos que tienen el don de la omnisciencia -que todo lo saben- o aquellos que tiene la gran suerte de ser íntimos del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y que comparten con él sus fechorías y ansias de poder. Los ciudadanos -llamados a votar en apenas tres meses- nos hemos quedo atónitos al ver el espectáculo circense que se ha montado en Madrid. Un espectáculo que da visos de volver a representarse en otras regiones de España. Y si no, al tiempo. Mientras, en el seno del PP, Mariano Rajoy parece haber dado instrucciones a los suyos para que se contengan y sean condescendientes con el suicidio político que ha cometido el PSOE: «Nada de pisarles el pie malo -les habrá dicho-, no vaya a ser que los de ‘Podemos’ cojan ritmo en votos y su marcha imparable les lleve hasta la mismísima Moncloa.» Así las cosas, la desafección y el hastío que ahora mismo sentimos los ciudadanos por tanto ver fraude, intereses velados y manipulación es tal, que lo mismo da a quien votar. Ya nuestras únicas opciones son: cara o cruz, o bien no acudir a las urnas
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