La convivencia en el País Vasco siempre fue y aún sigue
siendo difícil. Y Arantza Quiroga -ex presidenta ahora del PP Vasco- lo sabe. Por Iruña, su tierra natal, y por
otros lares de Euskadi hay quien descorcharía una botella de champán si la kale
borroka y su hermano mayor, ETA, reapareciesen. Arantza no cree, al igual que
yo, que esto pueda ser imposible. Dales apoyo y una buena excusa y estos
malnacidos vuelven. La iniciativa que Quiroga presentó en el Parlamento Vasco
para lograr un acuerdo político por la paz y la convivencia en Euskadi, que
incluyese a todos los partidos, inclusive EH Bildu, era del todo coherente.
Contaba, además, con el visto bueno de todas las formaciones vascas. Pero desde
Génova no lo han querido ver así, y con su veto lo han echado todo a perder. De
haber salido la enmienda adelante hubiera sido seguramente el primer paso hacia
el proceso de paz. Que es lo que todos los vascos queremos. Ante los medios, Quiroga
ha justificado su dimisión diciendo: «He fracasado a la hora de aunar
voluntades para encontrar la paz en el País Vasco y creo que es mi
responsabilidad dejar el puesto que tengo». Pues no, Arantza, no. Tú no has
fracasado, lo ha hecho el Gobierno.
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