La prueba irrefutable de que Rita Barberá es culpable -por
omisión o colaboración- de todo o buena parte de lo que se le acusa la
proporciona el tantísimo tiempo que estuvo de alcaldesa de Valencia. Es difícil
de creer que durante los 24 años que ejerció como tal, no viera ni de lejos ni
de cerca las irregularidades que sucedieron en este consistorio: adjudicación
de contratos ilegales, mordidas, blanqueo de dinero… Urdido todo ello por sus
más íntimos colaboradores de gobierno. Entre ediles y asesores, son ya 29 las
personas cercanas a Barberá que han sido imputadas. En la rueda de prensa que
dio el pasado jueves, no esperaba que entonara un arrepentido mea culpa, pero tampoco que se enrocara
en el aforamiento que le proporciona su condición de senadora para no tener que
hacer frente a su complicada situación. Si como dice su buen amigo Francisco
Camps: «no se ha llevado ni una bolsa de rosquilletas», ¿a qué tiene miedo?
¿Por qué huye de la justicia?
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