Durante el interrogatorio que le hicieron a la infanta doña
Cristina no pude evitar tener sentimientos encontrados. Por un lado, no me
convencieron sus respuestas exculpatorias. Y percibí que bien podía ser
culpable de los delitos que se le acusa (cooperadora de delitos fiscales). Pero, por otro lado, cada vez que la miraba no podía dejar de pensar que la Infanta,
entre otras cosas, es madre de cuatro niños pequeños. Niños que van a quedar
destrozados si a sus padres se les mete durante años en la cárcel. Estos
sentimientos encontrados, también me han llevado a pensar que la actitud
tendenciosa que siempre ha mostrado el fiscal Horrach con doña Cristina, favoreciéndola
en todo momento, quizá se haya producido en parte -solo en parte- por evitar la
situación de desamparo en la que podrían quedar sus hijos en el caso de ser
imputada. Después de que su marido, Iñaki Urdangarín, haya querido en el juicio,
de motu proprio, responsabilizarse de todo, con lo que seguramente va a ser
condenado a una elevada pena de cárcel, creo que es lícito que la Infanta se pueda
beneficiar de cierto grado de condescendencia judicial.
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