sábado, 14 de enero de 2017

¡Pobrecito!, que le han hackeado




Ángela Merkel, François Hollande y otros 33 líderes mundiales todavía están esperando a que el presidente Barack Obama se digne a pedirles disculpas por las escuchas ilegales que los servicios de espionaje estadounidenses les hicieron cuando pincharon sus teléfonos privados en 2013 (Caso Snowden). Me sorprende, por tanto, la falaz sorpresa con la que se muestran algunas instituciones de EEUU al darse cuenta de que Rusia hackea y comete las mismas injerencias ilegales que practican ellos. Barack Obama jamás debió haber utilizado el espionaje como «ventilador de porquería» para ensuciar el triunfo de Donald Trump. Su delfín, Hilary Clinton, perdió las elecciones porque los electores vieron que su política iba a ser continuista. A ella la ven como la personificación del ‘establishment’. Y los vientos que soplan en todo mundo van en contra del sistema, por permitir que las desigualdades sociales y económicas vayan cada vez a más. Con su teoría conspiranoica, Obama no solo está consiguiendo enfangar el traspaso de poderes, sino que está enfrentando a las agencias de inteligencia entre sí y las está poniendo en contra del futuro presidente. Y al resto del mundo nos obliga a postularnos sobre un asunto de espionaje que ni nos viene ni nos va.
La Razón / English / El Mundo
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