Ángela Merkel, François Hollande y otros 33 líderes
mundiales todavía están esperando a que el presidente Barack Obama se digne a
pedirles disculpas por las escuchas ilegales que los servicios de espionaje
estadounidenses les hicieron cuando pincharon sus teléfonos privados en 2013
(Caso Snowden). Me sorprende, por tanto, la falaz sorpresa con la que se muestran
algunas instituciones de EEUU al darse cuenta de que Rusia hackea y comete las
mismas injerencias ilegales que practican ellos. Barack Obama jamás debió haber
utilizado el espionaje como «ventilador de porquería» para ensuciar el triunfo
de Donald Trump. Su delfín, Hilary Clinton, perdió las elecciones porque los
electores vieron que su política iba a ser continuista. A ella la ven como la personificación
del ‘establishment’. Y los vientos que soplan en todo mundo van en contra del
sistema, por permitir que las desigualdades sociales y económicas vayan cada
vez a más. Con su teoría conspiranoica, Obama no solo está consiguiendo
enfangar el traspaso de poderes, sino que está enfrentando a las agencias de
inteligencia entre sí y las está poniendo en contra del futuro presidente. Y al
resto del mundo nos obliga a postularnos sobre un asunto de espionaje que ni nos
viene ni nos va.
La Razón / English / El Mundo____________
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