Todavía es pronto para que los constitucionalistas nos alegremos
por el tono conciliador que empleó en su discurso el nuevo presidente del
Parlament, Roger Torrent, con el que dio paso al inicio de una nueva legislatura
en Cataluña. Quiso el señor Torrent glasear su discurso de bienvenida con
frases edificantes: «Quiero contribuir a coser la sociedad catalana, y quiero
que todos nos sintamos parte de este parlamento –dijo–. Creo que nuestro mundo
tiene espacio para muchas verdades y no solo para una.», sentenció. Debo
reconocer que sus palabras me sorprendieron. Por un momento, el ambiente
ferroso del Parlament se había vuelto respirable. Xavier Albiol, Miquel Iceta e
Inés Arrimadas asentían atónitos pero desconfiados, igual que muchos de los que
veíamos la sesión parlamentaria desde casa. ¿Será verdad que quieren resetear y
volver a la legalidad?, me pregunté. A penas había pasado un minuto de esto
cuando Jordi Turull le pasó su teléfono al nuevo president del Parlament. Era Puigdemont.
En cuanto Torrent se puso el teléfono en la oreja, su lenguaje no verbal le
traicionó. Sus rasgos faciales solo mostraban gestos de gratitud y de
aprobación. Y es que casi se podía oír lo que le decía Puigdemont: «Recuerda
que ahí te he puesto yo». Nada ha cambiado, pensé, estamos igual o peor.
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