Mariano Rajoy pretende repetir el esquema de investidura de
Pedro Sánchez y será el único protagonista de la primera jornada del debate,
que tendrá lugar el 30 de agosto. ¿Y esto será bueno o malo para él? A mi
entender pueden ser las dos cosas. A favor: Rajoy ha demostrado en infinidad de
ocasiones que sabe armar bien sus discursos. Utilizará seguramente como
argumentos principales los avances en economía y empleo que ha conseguido
nuestro país desde que es presidente. Recordará que fue él, y no otro, quien contrarrestó
las amenazas de quiebra y rescate que cernían sobre España cuando gobernaba el
PSOE. Su discurso copará las portadas de los periódicos del día siguiente. Y esto
le hará sumar puntos de credibilidad. En contra: los partidos de la oposición
no intervienen hasta el día siguiente para hacer sus réplicas. Tienen demasiado
tiempo para poder estudiar las posibles grietas del discurso de Rajoy y sumar
los fallos que haya cometido a los que ya pensaban argumentar. Con
documentación incluida. Además, los distintos grupos de la oposición dispondrán
de 15 largas horas para hablar insistentemente de los casos de corrupción que
hay en el PP. Este segundo pleno podría convertirse en la tortura de la gota
malaya para Rajoy. Si no saca la votación, saldrá muy perjudicado.
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